29.7.10

te odio porque me volvés irascible. sí, como el poema aquel.
mis manos, tuyas. y lo peor de mí.

distancias

Te abrís el pecho como un cajón, y empezás a revolver. La noche que él te ayudó con eso, vos le diste hasta los huesos. Inclusive le entregaste las ojeras y la resaca de las once de la mañana, las horas de no-sueño, y lo tapaste cada vez que, y dijiste, está bien, estoy durmiendo con alguien, y no puedo dormirme.
El tiempo, mi amor, es un peso en la espalda, y ya no me gusta lo que veo al espejo. De las cosas que me cansan, la incertidumbre. Yo no sé qué querés, pero lo peor es que no sé qué quiero yo, y así se abre y se cierra el cajón, y se abre y se cierra la puerta, y me pedís que te baje a abrir, y que te haga el té, y que te facilite lo que está adentro.
Te abrís el pecho como un cajón, y empezás a revolver. Ojalá, decís, encuentre algo decente. Pero la verdad es que no. Hoy estás, mañana pueden agarrarte de la cabeza para meterte adentro de un auto, pueden sacarte hasta la última uña. Hoy estás, sin fumar, a muchas, muchas horas de tu casa, y ni hablar de la suya.
Hoy estás, te abrís el pecho como un cajón, pero la verdad es que no está bueno andar auto-profanando tumbas.